miércoles, 23 de septiembre de 2009

La garganta del diablo



Al llegar a la Terminal ardía de fiebre. Salvador de Bahía es una escala caliente para el que viaja en ómnibus. Llegaban nombres de todos los colores. Todos los olores a desodorantes baratos y sudores. Nadie esperaba por nosotros. Giorgio y yo llegamos extenuados. Eramos flexibles y novatos. Queríamos garotas y playas. Nos acomodábamos a cualquier circunstancia pero hacía tres diás que viajábamos. A pesar de ducharnos en Curitiba y luego en Feria de Santana estábamos sucios. Se pierde la noción del tiempo y se padece. Se genera cierta cultura de aguante masoquista. Teníamos el pelo largo y la sonrisa fresca. Así, descendimos del micro ávidos de carnaval. Caminábamos observando todo y algunos nos observaban. Traíamos dos bolsos casi vacíos llenos de sueños. Al llegar a la puerta de salida nos detuvo la policía. A gritos en portugués lunfardeado nos hicieron señas con sus armas y nos tiramos al suelo.
---La puta. ¡ qué forma de darnos la bienvenida!—dije cayendo al suelo.
Al instante sentí el cachiporrazo en la espalda.
---Calha a boca menino—me gritó el gendarme aplicándome el correctivo.
La escena duró minutos. En nuestra memoria se registraron como lustros. La policía nos revisó los bolsos. Nos esposó y nos condujo a una salita mínima en el destacamento de la Terminal. El sitio olía a azufre.
---Se confunden—susurraba Giorgio.
--- Nos confundimos nosotros… vamos a la garganta del diablo—bromeé por el olor. La fiebre me quitaba los filtros y decía cuanto se me ocurría.
--- Están calentitos por lo del 78… todavía les dura.--- seguía hablando nerviosamente.
--- Callate boludo. Estos tipos están sacados--- me aseguraba Giorgio.
Entró a la salita un gendarme de civil. Un gordo con pinta de chanta que nos hablaba bajito y cambiaba repentinamente el tono de voz como si fuera una obra de teatro. Caminaba la salita. Nos ofreció agua y cigarrillos. Nos preguntaba por el “lixo”. ¿Lixo?, ¿ qué era eso?. Era nuestro primer viaje a Brasil y apenas sabíamos decir Bom día y obrigado. El tipo se metía en su papel de malo. Terminó gritándonos al oído. La fiebre me cerraba los ojos. Era un operativo de narcóticos. Buscaban a un par de mulas porteñas. Requisaron todo el equipaje y el micro con perros antidrogas drogados sin sus dosis. Nos palparon tres veces los mismos oficiales. Era una tragicomedia. Luego de dos horas de suplicio. Descubrieron el error. Se excusaban miserablemente. Nos mostraron un identikit de los buscados. Nos ofrecían disculpas, café y sándwiches de jamón. Cuando ofrecieron llevarnos al centro respiramos profundo y nos fuimos solos. Giorgio me miró y dijo.
--- Eramos parecidos a los de las foto…eh.---
Era verdad. Sólo que aquellos tenían otros nombres vividos.

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